Quizás


Largas horas de tiempo hubiese pasado mirando tu rostro, contemplando cada línea que contornea tu ser , memorizando tu aroma, tu esencia , los recovecos que conforman lo que eres.

Quizás tus ojos me habrían descubierto al despertar mirándote, amándote y agradeciendo a la vida por tenerte a mi lado, bendiciendo mi suerte por decirte mío.

Tal vez entonces hubieses descubierto la magnitud de mi amor, y una cascada de caricias hubiesen resultado de ese descubrimiento.

Quizás hubiésemos viajado y buscado mil formas de entregarnos nuestra mutua pasión en cada país y en cada sitio o en el medio de transporte.

Un hotel en Paris, una playa antorchas junto al mar a la luz de la luna, en la cocina, en el baño de un avión, en el camarote de un barco, en el piso de la estancia.

Quizás nuestros trabajos y proyectos nos habrían alejado ocupando nuestro tiempo, pero al llegar a la cama sin importar los desvelos dormir abrazados.

Mis muñecas rodeándote acompasando nuestra respiración transmitiéndonos calor, con la certeza de una mirada de saber que a pesar de todo nuestro cariño estaría intocable, invulnerable, sin necesidad de decirlo.

Quizás en mis labios habrías descubierto el amor verdadero, el amor de tu vida, el inicio de la felicidad, la llamada alma gemela.

Despertar en navidades con mi abdomen en tu espalda mientras una luz pateara dentro de mí, una perfecta unión de lo que somos juntos.

Quizás con varios tesoros en mi vientre, que hubiese portado dichosa de poder decir nuestros hijos, reconfortada y orgullosa de que fueras tú el padre, llenándolos de amor, cariño y sabiduría, entregándoles en cada palabra lo que soy uniendo con su existencia nuestro amor.

Hacer el amor por las noches sin que los niños se enteren, y las locuras de los aniversarios, los problemas del día a día siendo tan dichosa de sostener tus penas y alegrar tus mañanas, de recordar tu aliento y lo que te hiciera estremecer.

Quizás habríamos tenido infinidad de crisis y dudas pero también momentos por los que valiera tanto la pena vivir y saber de nuestra mutua pertenencia.

Ser el remanso de agua cristalina en el caudal de mi vida, lejos del mundo, lejos de las preocupaciones.

Quizás las dificultades de los que ahora fuesen nuestros frutos ya más maduros nos habrían alejado para terminar descubriendo que solo podríamos funcionar como equipo lado a lado.

Ver crecer el ave y volar con sus alas para podernos tomar de la mano y caminar por el sendero henchidos de orgullo por haber hecho lo correcto.

Quizás ver correr a los nietos y aburrirles con viejas historias, cultivar nuestros vicios y dormir sin angustias disfrutando solamente cada instante.

De viejos hubiese andado con tiento al volver el tiempo mi caminar despacio y sin embargo… sin embargo nos reiríamos de nuestras dolencias y recordaríamos los tiempos añejos, los tiempos de gloria, de juventud, de enfados y caprichos que ahora nos parecerían tan tontos.

Quizás de ancianos hubiese muerto a tu lado en nuestro lecho como dos árboles con sus raíces tan unidas que mueren juntos, porque a veces y solo a veces cuando un amor es tan grande no se puede estar separados ni siquiera en la muerte.

Los cuerpos se pudren, las almas son eternas, el amor es inmortal. Tal vez de lo que hubiese sido no hay huella.

Quizás…

lunes, 8 de marzo de 2010

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